Sábado de sol kirchnerista, fuerte contra la frente. Aire denso en la Plaza: tan cargado como la historia que se está escribiendo. ¿Cómo se mide el valor de sostener una bandera chiquita, casi perdida en la multitud? ¿cuánto vale esa bandera, de tela cortada, pintada con sténcil, manchada por ir y venir? ¿cuánto, esa bandera que tiene marcas de uso, marcas que dicen "acá un grupo de personas ponen el cuerpo, se organizan, transforman la idea en acción"?
Ahí estamos, firmes, emocionados: todas las acciones, las reuniones, el trabajo, las dificultades, el aprendizaje, los panfletos, todo, hasta las canciones en el viaje, ahí se cargan de sentido: nuestra presidenta asume su segundo mandato, y con la justeza de su discurso abre una nueva etapa, que no tenemos duda nos encamina hacia la Nación grande, justa, soberana, libre que tantas veces se postergó y que tantos soñaron.
Insistimos y seguiremos insistiendo: fundamental es ponernos a la altura de lo que la historia reclama, y sobre todo, con memoria histórica para superar errores estructurales, como la fragmentación interna del movimiento popular. Brazos abiertos y sentido de unidad, grandeza y olvido del ego personal, la quinta propia y chiquita: para cuidar a una presidenta extraordinaria, para trabajar comprometidamente, para seguir el cambio.